Se juntan aquí las opiniones del escritor Andrés Trapiello que conforman hasta ahora la polémica con que los medios de prensa han acogido el homenaje al poeta Jaime Gil de Biedma (1929-1990) en el Instituto Cervantes y las alusiones del Director del mismo, Luis García Montero. La ideología y la moral una vez están presentes en un debate sobre la obra y los autores que no acaba desde la Edad Media, ante la imposibilidad de separar con claridad y a veces sin perjuicio el lenguaje, el contexto, la idea, la intención, la lectura y el lector. En ese espacio de la ambigüedad artística donde las ideologías políticas y el poder han jugado y jugarán sus bazas unas veces por ignorancia y otras por hacer de la obra y los autores peones de sus propósitos. Aún más hoy día en que nuevas formas de inquisición, menos letales pero más sofisticadas, luchan por imponer normas sobre lo que se debe decir, cómo se debe y quiénes pueden, encorsetando la libertad de creación y elección. No sólo se trata de mediatizar la libertad creativa, sino también la voluntad de elegir entre quienes son potenciales destinatarios de la obra. Gran parte de los periódicos de tirada nacional se han hecho eco de esta polémica, lamentablemente no se pudo encontrar en la sede del Instituto Cervantes la intervención del director Luis García Montero. La versión filmada en Youtube está inhabilitada. La información ha sido recopilada en los diarios El Mundo y el blog del escritor Andrés Trapiello.
CARTA ABIERTA A LUIS GARCÍA MONTERO, DE ANDRÉS TRAPIELLO
Querido Luis:
Al día siguiente del homenaje al poeta Jaime Gil de Biedma que presidiste tú como director del Instituto Cervantes, los periódicos recogieron tus palabras, afectadas sin duda por las declaraciones de quienes la víspera habíamos opinado libre y respetuosamente sobre la pertinencia de ese acto y sobre la conducta del propio GdeB. y el modo en que este la reflejó en su Diario del artista en 1956. De tus palabras en ese acto me llaman la atención estas: «Además, LGM ha insistido en la importancia de analizar la obra del poeta con «rigor filológico y no en esos puestos de segunda mano que depara el Rastro del cotilleo, la falta de estudios universitarios y la murmuración calumniosa»». En ese reparto te reservaste, claro, «el rigor filológico» y resulta evidente que, aunque no me nombraras, el otro lote parecías estar adjudicándomelo a mí.
Antes de proseguir conviene recordar que lo que conocemos de la pederastia y los abusos con niños de GdeB. no procede de ningún puesto de segunda mano del Rastro del cotilleo: lo conocemos de primera mano por el propio Gde B., que quiso, póstumamente, circularlo. Y si bien no es cierto del todo lo segundo (aunque pobres, uno tiene sus estudios universitarios), no acabo de entender lo de la murmuración: en este asunto sabes muy bien que siempre he ido de frente, públicamente y con todo el rigor posible, sí.
Resumiéndolo:
- Jamás he aludido al valor poético de GdeB., que es lo primero que hacéis quienes tratáis de pasar por alto «lo otro», escudándoos en su obra poética. Es el momento en el que unos aprovechan para «cargarse de razón» (preguntando de manera teatral: «¿Pero qué nos van a dejar, si nos quitan a GdeB., Celine, Pound?») y otros para descalificarnos por puritanos u homófobos, imputaciones a todas luces falsas e insidiosas, o sea teatrales.
- No es este un caso de pedofilia (GdeB. no ha sentido el menor amor por ese niño); y aun siéndolo de pederastia, lo es principalmente de abusos a un niño «de 12 o 13 años».
- Que la inclinación sexual o la falta de escrúpulos (éticos y estéticos) de GdeB. le muevan a acostarse con niños, no es de lo que yo estoy hablando, aunque lo mire con atención y seriedad, por aquello de que nada de lo humano me es ajeno. No es ese el problema. Pero sí el deshumanizado trato que da a su víctima en el diario, su falta de compasión, su irritación incluso por que el niño del que ha abusado no se mostrase más complaciente con él. Por eso dije en mi artículo de El Mundo que «GdeB. desaprovechó una ocasión de oro para comprender y compadecer a sus víctimas después de contar cómo las vejó, y quizá porque tampoco se sentía culpable sólo viera en los hechos su parte estética, o sea cosmética». (Y emocionarse oyendo La Internacional, como confiesa el autor de esos abusos, insensible al paria de la tierra que tiene frente a sí, sé que a ti, siendo comunista, te producirá la misma perplejidad que a mí, que dejé de serlo hace cuarentaicinco años).
- No parece adecuado que un Estado democrático confunda a la ciudadanía con mensajes contradictorios (no lo hacen en Francia, por ejemplo), vetando a unos artistas por razones de abusos y celebrando a otros, pese a sus abusos, como en el caso de GdeB. Convendrás también en que es difícil de comprender que el Gobierno que ha concedido la nacionalidad española a James Rhodes «sobre todo por su compromiso frente al maltrato y la violencia contra los niños», programe al mismo tiempo un homenaje a quien ha decidido expresamente dejar por escrito su jactancia de abusador.
- Libertad absoluta de creación y difusión para las obras de GdeB., de Celine, de Pound y de cualquiera. Pero no a los homenajes con dinero público y en espacios públicos: “sin honores de Estado”. Y libertad absoluta sexual, dentro de los límites que marca la ley.
Poco más que decir. Hace un par de días, Martín López Vega, colaborador tuyo y amigo mío también, se dirigió a mí públicamente («Te equivocas, Andrés»), preocupado por mi obra: «Tienes todas las de perder, (…) arrastras al barro a tu obra, que no lo merece». Hablando de GdeB., que tiene un poema sobre la «Nostalgie de la boue», no deja de tener gracia. No sé si en el sueldo de López Vega entraba o no escribir lo que ha escrito (y lo habría entendido también), ni creo que en el tuyo entre el de dirigirte a mí como director ni como amigo, pero sí el de tratar con rigor estas cuestiones y acaso con un poco más de respeto a quienes vean en esto algo más que un asunto filológico. Quiero decir, a los que vemos aquí un debate ético, postergado desde hace treinta años, desde que se publicó su Diario, únicamente porque GdeB. era «uno de los nuestros». Porque el GdeB. al que me he referido en todo momento, Luis, no es ni tuyo ni mío, ni debería ser de nadie.
Un abrazo
A.
PUBLICADO EN HEMEROFLEXIA, EL BLOG DE ANDRÉS TRAPIELLO (24 DE ENERO DE 2021)
ENTENDER Y COMPRENDER, DE ANDRÉS TRAPIELLO
Se refirió Ramón Gaya a aquellos críticos de arte e historiadores influyentes cuyo principal problema no es que se equivoquen y no entiendan de su materia, sino que entiendan de una cosa que en el fondo no acaban de comprender.
Eso vale para muchos otros, desde luego; en primer lugar para algunos políticos.
Cuando Pablo Iglesias equiparó a Puigdemont el otro día con los exiliados republicanos estaba entendiendo al delincuente prófugo de una democracia (y esto porque él mismo es acaso un delincuente en potencia que está esperando a delinquir), pero incomprendiendo absolutamente a millones de exiliados inocentes de una dictadura. Entre ellos, por cierto, a Ramón Gaya.
La semana pasada un buen amigo y otro que lo es menos nos administraron a unos cuantos, a propósito de Gil de Biedma, el célebre sacramento de Tolstoi («comprenderlo todo es perdonarlo todo»).
Se trata desde luego de un problema moral y también penal (y lo es en grado sumo: la pederastia y el abuso a menores), pero acaso interese ahora el cómo lo contó el propio GdeB (el cuándo, póstumamente, es en este caso otro modo del cómo), más que el porqué. A saber, que en ningún momento este se compadeciera de la víctima, incluso que le afeara a esta su falta de entusiasmo, comparando al niño filipino objeto de sus abusos con los «maravillosos chulos españoles que aceptan el dinero que buenamente les den», una y mil veces deshumanizados, tantas cuantas se lea esa página siniestra, y en un caso, para los hechos, avasallando con calderilla la miseria de la víctima, y en el otro, escudándose en su propio prestigio literario y del de cuantos entienden de lo que no comprenden.
Porque de lo que se trata aquí no es de comprender ni siquiera a GdeB, sino a la víctima. Y no sabemos si GdeB pudo entender a la víctima, pero lo que es seguro es que jamás la comprendió.
Por un lado. Por otro, la vara de medir: disculpar al victimario sólo porque es inteligente, rico y de izquierdas, y además simpático; o sea sólo porque es «el nuestro». La Oficina del Menor de este Gobierno progresista y transversal, preguntada sobre este asunto, no quiso hacer ningún comentario ni lo ha hecho tampoco ningún otro ministerio (por ejemplo el de Igualdad, tan preocupado por los abusos), aparte del Instituto Cervantes que homenajeó al poeta, desde donde llamaron puritanos, resentidos y envidiosos a cuantos no habían transigido con la conducta del poeta o no habían mirado hacia otro lado. Seguramente Plácido Domingo, a quien cancelaron sus contratos en el Teatro Real sin mediar juicio, hubiera querido el mismo guante de terciopelo. Esto es en la práctica la cultura de la cancelación: cancelación y me too a la carta.
Dicho esto, ningún problema tampoco con la poesía o el Bel canto; en esto libertad de cultos, y que florezcan mil flores (eso sí, que no las cultive el Estado y recordando a Wiesenthal y a Hannah Arendt: «Nadie tiene derecho a perdonar en nombre de las víctimas»).
Cuando Sánchez pida para los golpistas catalanes el indulto, estará entendiendo el problema de los separatistas, pero en absoluto comprendiendo al resto de los españoles, víctimas de su xenofobia. Además los golpistas no quieren ni necesitan el perdón, puesto que no sólo no creen haber delinquido, sino que han instaurado el concepto de ley unilateral, que volverán a poner en circulación en cuanto puedan, o sea, que volverán a delinquir. De modo que Sánchez no les está pidiendo a ellos que se arrepientan, sino a todos los demás que los comprendamos. Y cuando pacta con Bildu nos está pidiendo igualmente nuestra comprensión (el blanqueo), sin exigirles a los ex terroristas la comprensión y piedad para con sus víctimas, esos más de ochocientos asesinados.
El Gobierno, satisfecho, ha hablado incluso de la valentía de los golpistas y ex terroristas que «han dado el paso», queriendo estar al fin en las instituciones.
Otros han visto también un gran arrojo por parte de GdB al contar lo que contó (y desde luego que no se equiparan aquí separatistas catalanes con asesinos vascos ni al poeta con ninguno de los otros), pero lo cierto es que GdeB desaprovechó una ocasión de oro para comprender y compadecer a sus víctimas después de contar cómo las vejó, y quizá porque tampoco se sentía culpable sólo viera en los hechos su parte estética, o sea cosmética: «Adulto con niño no es bonito, desde luego», viene a decir, «pero si no hay otra, qué remedio».
Esto es todo. Distinguir entre entender y comprender, entre lo que sucede en la superficie (tenis y pérgola; antorchas y lazos amarillos) y lo que crece hacia adentro, esa clase de heridas que llevarán las víctimas de por vida. Y por supuesto que no hay puritanismo en el comprender, sino más bien la aceptación de la complejidad de un mundo «perfecto e imperfecto: completo». Por qué a veces se trata de presentar lo imperfecto como lo perfecto, y al revés, no lo sé; es seguramente una carencia mía no entenderlo ni comprenderlo.
PUBLICADO EN EL MUNDO (22 DE ENERO DE 2021)
A PROPÓSITO DE GdeB, DE ANDRÉS TRAPIELLO
Se publica esto https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2021/01/13/5fff05fbfc6c83b36c8b46a9.html
sobre el escabroso asunto no resuelto desde hace treinta años. El reportaje de Luis Alemany está muy hecho.
Estas fueron mis respuestas a sus preguntas.
- Muy sencillo: ¿crees que la famosa página del niño, la vivencia y su narración, invalida homenajes públicos como el del Cervantes a JGB?
De lo contrario podría parecer que se trata de blanquear desde las instituciones conductas no solo reprobables sino punibles penalmente, sólo porque quien las cometió era un poeta «prestigioso». Resulta como mínimo chocante la indulgencia con unos y la severidad con otros.
- ¿Cómo interpretas el encubrimiento de todos estos años sobre este episodio?
Cuando se conocieron esas páginas Pere Gimferrer, Rosa Regás y Terenci Moix salieron en defensa de su amigo. Los tres me pusieron en su diana. El primero trató de minimizar la pederastia de Gil de Biedma equiparándolo con Antonio Machado, a quien llamó pedófilo; la segunda, llamándome a mí homófobo, y Sergio Vila San Juan leyó a Moix, antes de ponerse este a escribir nada, algunas frases literales; «hosti tu, el Jaime aqui s’ha passat una mica», fue todo lo que dijo; por supuesto, no escribió nada. A Gimferrer le respondí que era una vileza comparar al que se acostaba por dinero con un niño de trece años con quien se casaba con una muchacha de quince, cosa en absoluto infrecuente en la época. Y a Regás le recordé que ella no estaba defendiendo a un homosexual sino a un pederasta y abusador sexual, y que la cosa no iba de homofobia; tampoco replicó.
- Supongo que este tipo de casos se están haciendo habituales. ¿Cuál crees que debería ser el criterio general con el que las sociedades y sus representantes debemos acercarnos al recuerdo de artistas o filósofos valiosos cuya vida nos merezca una censura más o menos cierta?
El criterio deberían establecerlo las administraciones. ¿Puede rescindirse el contrato a un tenor acusado de abusos no probados y homenajear al mismo tiempo a quien se ha jactado de pederasta y abusador? Una periodista catalana me preguntó a raíz de aquellas polémicas: «¿Pero usted metería hoy en la cárcel a Gil de Biedma?». Le parecía inconcebible, un atentado contra Cataluña. Yo le respondí: «¿Por hechos como los que relata en ese libro? Yo no; la Guardia Civil». Por otro lado aquí no se juzgan valores literarios, sino hechos. A Celine no se le juzgó por haber escrito Viaje al fin de la noche, sino por antisemitismo. Y dicho esto, a quien le gusten los poemas de Gil de Biedma incluso ese Diario, adelante; son todo suyos, que circulen libremente.
PUBLICADO EN HEMEROFLEXIA (14 DE ENERO DE 2021)