CUMPLEAÑOS, MUERTE Y RESURECCIÓN DE GASTÓN

Hoy 15 de mayo, día de fiesta para celebrar al patrono de Madrid, San Isidro, el santo labrador, se conmemoran 24 años de la muerte de Gastón Baquero, uno de los escritores mayores de la cultura cubana y de la literatura de la lengua. Cubano y patriota hasta la médula, gran parte de su obra está sostenida por el empeño de expresar una identidad espiritual, cultural y nacional de enorme importancia que ha pasado por alto, después de haber tenido que vivir fuera de Cuba como exiliado y sobrevivir al olvido interno y externo. Al cabo de este tiempo, su vida y obra son una fiesta innombrable para aquellos que ven cómo las jóvenes generaciones se interesan por aquel que todos parecían querer y nadie parecía recordar. Hoy juntamos al trabajo inicial de homenaje una breve muestra de su poesía, fotografías suyas, el documental Retrato de Gastón Baquero, de Manuel Rodríguez y Marie Pereira, y el artículo que escribió al salir de la isla definitivamente, «Palabras de despedida y de recomienzo».


Este mes cada año se conmemoran dos fechas que juntan en el recuerdo a Gastón Baquero (1914-1997). El aniversario de su nacimiento el 4 de mayo en Banes en el seno de una familia humilde, y el 15 cuando nos dejó a las tres de una tarde lluviosa y oscura en el hospital La Paz de esta ciudad. También era jueves como el día que quiso morir César Vallejo, uno de sus poetas preferidos, vecino en otra época de la calle Antonio Acuña donde él viviría años después y se cruzarían sus fantasmas. Se celebraba como todos los años a San Isidro, el santo labrador Patrono de Madrid. Sin embargo en aquel día lejano, especialmente raro, en que convivían el festejo y el duelo, a pesar del silencio al que fue sometido en Cuba para hacerlo desaparecer, al morir, su enorme cuerpo hizo un formidable estruendo al caer, y el tiempo, esa herencia que Eliseo Diego nos dejó en su poema testamentario, ha ido revelando entre la neblina de las cumbres de la geografía literaria cubana la cima donde Gastón se perfila. Podría decirse que al cabo de más de sesenta años de su llegada al exilio, la poesía de Gastón ha vuelto crecida de la muerte del silencio, con una consistencia y una personalidad nuevas ante la crisis de identidad y convivencia que vive el país de donde tuvo que huir, llevándose de ella su libertad a la cual había decidido mantenerse fiel, mientras otros tuvieron que esconderla para quedarse e incluso se vieron obligados a renegar para que el silencio no fuera mortal. Hoy podemos comprobar con cuanta agudeza leyó María Zambrano para escribir: bastarían la poesía de Lezama y la de Gastón Baquero para probar que la suntuosa riqueza de la vida, los delirios de la substancia están primero que el vacío; que en el principio no fue la nada.

A pesar de que perdió todo lo que había logrado llegar a hacer y tener, Gastón eligió con ese sacrificio no perder lo que era y en lo que había creído para volver a empezar otra vida después de romper con todo y que rompieran con él. En España vivió el resto de su segunda vida como un exiliado que no fue peor que la que pudo haber vivido si se hubiera quedado. Uno de los trayectos de su poesía había sido el de vivir la vida de otros como un sujeto nuevo convirtiendo la transcendencia en un motivo, así además de un pez fue otros animales y personajes que encarnó en su supervivencia del exilio. Salió de Cuba el mismo año del triunfo de la Revolución, no sin antes publicar el 19 de abril de 1959 en el Diario de la Marina el artículo que se convertiría en su testamento político («Palabras de despedida y de recomienzo») y en el de todos los cubanos, que luego verían con decepción cómo la entrada de los barbudos en La Habana encabezados por Fidel Castro terminaría destruyendo primero el sueño democrático, y luego el del paraíso en la tierra que muchos le habían confiado al líder guerrillero al cual hoy muerto se le confía la continuidad, como en las religiones el Gobierno tiene el mérito de haber descubierto una ideología política de la reencarnación. A partir de entonces Gastón viviría en el exilio de Madrid adonde llegó con 45 años. Casi la mitad de su vida la pasó aquí cultivando una cubanía enraizada en los mejores valores de la cultura nacional, reinventándose el pez que fue en otras vidas poéticas para salvar la suya del desarraigo de una identidad a la que se aferró como un guajiro a la tierra. Una identidad compartida con aquellos que desde Heredia han contribuido a fortalecer desde lejos la cercanía con las esencias de la patria, diluídas en otra que el Gobierno se afana, ufano, en apuntalar con el patriotismo ideológico excluyente como la bandera en el mástil de un barco que zozobra. 

En Madrid no tuvo todo lo que hubiera querido y merecido pero sí fue acogido con las contradicciones de cualquier sociedad, en la que fue testigo de una dictadura de derechas que cedió el poder en una transición pacífica a la democracia donde la derecha y la izquierda reconocieron el valor de su obra, a pesar de cierta izquierda esclava de la utopía revolucionaria cubana y su discurso. Decir lo contrario es victimizar al poeta sin tener en cuenta la personalidad del mismo y trasladar al contexto del exiliado razones de política nacional que en las democracias son relativas y relativizadas por discursos ideológicos y políticos sostenidos en la diversidad legitimada por el orden jurídico. El origen político del exilio del poeta puede haber influido en su consideración, de la misma manera que la ideología política condiciona a determinados grupos de influencia y poder que relegan el reconocimiento de otros escritores nacionales en este caso españoles, tanto hacia un lado como al otro del umbral ideológico. Podemos decir que Gastón sí fue tenido en cuenta aunque de forma desigual tanto en la dictadura franquista que le dio el asilo como en la democracia por la burocracia política, en parte la misma pero con otros fines y un contexto social, político y jurídico diferentes, así como por escritores de derecha del antiguo régimen y de la izquierda que surgió entonces. Vale la pena decir, en contraposición a la saña con que lo trataron algunos escritores cubanos por motivos de ideología política, Gastón nunca mezcló o dejó que su juicio literario se empañara por sus simpatías políticas, son relevantes, como puede verse en parte en el libro Escritores latinoamericanos de hoy (Madrid, 1961), sus artículos en defensa de Alejo Carpentier y poniendo en valor a Gabriel García Márquez cuando éste último sólo había publicado La hojarasca. También se puede reseñar cómo abrió los brazos a jóvenes escritores cubanos que en los 90 empezaron a interesarse por él, en contra de la opinión de círculos del exilio que en todas partes vieron un enemigo con siniestras intenciones, como igualmente lo hacía el Gobierno de la isla respecto a ellos. 

La discriminación de Gastón en España es un mito creado por algunos que hubieran deseado un reconocimiento oficial nacional al poeta al viejo estilo de las dictaduras con sus intelectuales, y se ha alimentado en el deseo y la ignorancia pero no en la realidad, hubiera dicho Cernuda. Se olvida cómo funcionan las instituciones democráticas y la posibilidad de alcanzar determinada relevancia a cuenta del esfuerzo propio o de las instituciones privadas al margen de los organismos del Estado. No obstante, es cierto que en las relaciones cubano-españolas subyace una politización no racional a causa de la admiración que despertó la revolución cubana, incluso entre la derecha española, como parte de un sentimiento compartido de pertenencia entre cubanos y españoles tan viejo como la formación de la nacionalidad cubana y una particular relación que cambió la intervención norteamericana de 1898 sin ponerle fin. En la España que conoció Gastón a su llegada al exilio y más tarde en la democracia, el enfrentamiento de Cuba a los Estados Unidos formaba parte de una realidad emocional común a la derecha y la izquierda que muchas veces se imponía a la racionalización ideológica. El peso de las relaciones históricas basadas en la interdependencia con una enorme substanciación de las mismas en relaciones de familia fue determinante en aquellas generaciones, una tras otra marcadas por el sentimiento de pérdida de la Perla a manos de los Estados Unidos. Durante generaciones en España ha habido un sentimiento antinorteamericano no sólo por el hecho cubano, sino también por la actitud de rechazo de EE.UU. a Franco hasta los cambios que introdujo la dictadura con el objetivo de procurarse el apoyo del gobierno norteamericano después de la guerra y la necesidad de estos de contener el avance del comunismo por el este. Tanto en la derecha como en la izquierda españolas esos sentimientos condicionaron las relaciones con el exilio cuando aún estaban vivos los recuerdos de la emigración española a la isla y España se convirtió en receptora del exilio cubano, siendo la única migración de aquellos años. Los españoles se iban al exilio político y económico y los cubanos llegaban huyendo de la Revolución. Esos sentimientos semejantes a los que sintió Martí por España a pesar de luchar contra ella han condicionado la apreciación de los españoles por Cuba y la actitud de las autoridades y las instituciones a lo largo de estos sesenta años de dictadura.

Lo realmente significativo no es lo que Gastón pudo merecer en el país de acogida, sino lo que los gobernantes de su patria le quitaron robándole a sus lectores naturales, además de su patrimonio material. Y también lo que le fue quitado a estos lectores privados del patrimonio espiritual de uno de sus escritores más importantes.

Hasta el año 1991 en Cuba no se habló de Gastón en público, cuando Bladimir Zamora y Camilo Venegas durante un acto de las ediciones Vigía de Alfredo Zaldívar en Matanzas renunciaron a leer sus poemas para leer los de Gastón. Luego en 1994 el crítico José Prats Sariol impartió en la Universidad de La Habana una conferencia titulada “Baquero, el instinto indomable”. Dos años después el propio Zaldívar preparó una hermosa edición artesanal diseñada como una caja de tabacos titulada Testamento del pez. Antología poética de Gastón Baquero, que Gastón mostraba feliz a los amigos que lo visitaban en la residencia pública de la Tercera Edad donde pasaría sus últimos años y que hoy lleva su nombre. Más tarde reapareció en Las palabras son islas. Panorama de la poesía cubana. Siglo XX (1900-1998) (La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1999), de Jorge Luis Arcos. Luego de la muerte del poeta se permitiría la publicación de La patria sonora de los frutos. Antología poética de Gastón Baquero, de Efraín Rodríguez Santana (La Habana, Editorial Letras Cubanas, 2001), Poderosos pianos amarillos. Poemas cubanos a Gastón Baquero (Holguín, Ediciones La Luz, 2013). Compilación de Luis Yuseff. Prólogo de Virgilio López Lemus. No hay que olvidar el trabajo de investigación y promoción del conterráneo de Gastón, Remigio Ricardo Pavón. El poeta y crítico banense ha publicado Gastón Baquero, un recuerdo familiar y otros textos del poeta (1995), Una señal menuda sobre el pecho del astro (2014) y la antología poética Testamento del pez (2014) en ocasión del centenario, e Invenciones para el retorno del pez (2019). También en el centenario Ediciones Unión publicó Gastón Baquero, paginario disperso, una antología de artículos sin el crédito a su autor Carlos Espinosa. Como margaritas poco a poco las alusiones a Gastón han ido repoblando el esterilizado campo donde él había dejado de existir.

Sin embargo, hasta el año 1991 en que empieza a hablarse de Gastón en Cuba, éste ya había publicado en España unos diez libros entre los que se hallaban aquellos que desde un lenguaje y una perspectiva diferentes lo sitúan en la proa de la nueva poesía española. En 1966 Memorial de un testigo (Adonais)marcó un antes y un después para su obra y en la poesía que se hacía en España, en Cuba y América Latina inflacionadas de conversacionalismos, coloquialismos, sociologismos y politización de la poesía. Luego publicó Magias e invenciones (Ed. Cultura Hispánica, 1984) y Poemas invisibles (Verbum, 1991). Sin embargo todavía en los años en que el Ministerio de Asuntos Exteriores de España organizaba el encuentro “La Isla Entera” (1994) entre escritores de dentro y fuera de Cuba, muchos escritores y funcionarios al referirse al escritor solían acompañarlo del epíteto “batistiano”, una acusación más que una clasificación manida, que las mismas Palabras de despedida y recomienzo niegan y desmienten, pero con la cual el régimen quiso desacreditar a uno de los escritores que mejor trascenderían su grupo generacional y su época en Cuba, sin que lo hubieran leído y aún menos sin conocer la ideología moral del poeta aunque su ideología política fuera contrario a la que sostenía el Gobierno, y sin que esta fuera una condición que caracterizara su personalidad y su obra. El caso de Gastón no ha sido el único, lamentablemente también en los exilios viejo y nuevo se suele desacreditar a los poetas por sus preferencias e ideologías políticas. Muy a pesar de los ideólogos de la estética “revolucionaria”, el descubrimiento de la poesía de Gastón en los 90 coincide con el momento en que una crisis se cernía sobre la nación y los jóvenes empezaron a mirar para otro lado donde no estaba lo que habían sido obligados a mirar. Como escribiera Remigio Ricardo Pavón en la conmemoración del centenario del poeta:

“Muchos pensaron que la poética baqueriana no llegaría a sostener orgánicamente esa acrisolada esencia de la cubanidad, tan demandada por el canon.  Pero incluso desde la forma, lo exterior, él siguió siendo el mulato campechano de siempre, por más detalles, elegante, de unos seis pies de estatura, de buen ver, tono chispeante, pícaro para las asociaciones y de cubanísima calidez en el trato; en fin, fruto mestizo no solo por cruce étnico sino por ser portador genuino de la simbiosis de elementos que componen nuestra cultura. El criollo cuya  inteligencia le permite asimilar y procesar para bien común la cultura que va conociendo, y eso lo supo llevar consigo como una virtud más. Sin duda esa ha sido una de las razones por lo que los jóvenes se sienten tan identificados con su obra, pues todas estas nociones de lo que sentimos como ‘lo propio’ tienen fermento básico en su personalidad y trascienden en su discurso poético; así mismo es una poesía que une, que no disgrega ni se refocila en sí misma, sino que sale a dialogar con la cultura universal. Indudablemente su obra es un puente tendido desde lo raigalmente cubano hacia las demás culturas del mundo.”

Gastón adoraba Madrid y Madrid lo quiso como un sobreviviente de dos dictaduras, la de Fidel y la de Franco, y tanto parte de la izquierda como parte de la derecha democráticas lo acogieron y lo admiraron. Por su labor en el Diario de Marina y sus viajes a España donde un eminente escritor, comisario del régimen franquista lo perseguía para que aceptara una orden honorífica, conoció lo más granado de la sociedad del momento, alguno incluso le debía la vida. Trabajó en el Instituto de Cultura Hispánica, la agencia del Ministerio de Asuntos Exteriores que sería el ICI (AECI), en Radio Nacional y Exterior de España, dio clases en la Escuela Oficial de Periodismo, fue un colaborador asiduo del diario ABC, candidato del premio nacional de poesía y del Reina Sofía, y recibió alguna congratulación a la cual se resistió, además de la admiración y el respeto de algunos de los escritores españoles más notables. Sin embargo Gastón durante sus 38 años de exilio nunca dejó de ser y sentir como aquel guajiro que dejó Banes para cultivar el espíritu en vez de la tierra, como parecía su destino de ingeniero agrónomo. Junto a Antonio Machín, el de las maracas, y José Legrá, el “puma de Baracoa” que ganó el campeonato del mundo de boxeo para España, Gastón fue la máxima expresión de lo otro cubano cuando la Revolución despertaba simpatía incluso entre las filas de franquistas. En más de una ocasión pude escuchar a estos últimos reír recordando una época en que ambos decían ser dos príncipes negros en el reino de España. Cómo escribiría Gerardo Diego, Gastón estaba dotado de tanta inteligencia y talento que pudo haber hecho lo que hubiera querido, sin embargo hizo de la poesía el sentido de su existencia dotándola de una espiritualidad solo comparable con la martiana. Ahora que la patria parece ser de unos y otros se arrogan el derecho de excluir a los demás, Gastón y su cubanía adquieren una connotación ejemplar. Marginado, olvidado y castigado en su país por el estigma de ser de derechas, demócrata, liberal, anticastrista y anticomunista, sin embargo nunca dudó en ver en los ojos de los más jóvenes de dentro y fuera de la isla el futuro como lo concebía Martí con todos y para todos. Su dedicatoria del libro Poemas invisibles, estremecedora, es una muestra de la corporeidad de su espiritualidad sostenida en el gran amor que tuvo por su país del que se sentía deudor de José Martí:

“Dedicatoria

A los poetas que llegan y seguirán llegando. A los muchachos y muchachas nacidos con pasión por la poesía en cualquier sitio de la plural geografía de Cuba, la de dentro de la Isla y la de fuera de ella.

El orgullo común por la poesía nuestra de antaño, escrita en o lejos de Cuba, se alimenta cada día, al menos en mí, por la poesía que hacen hoy —¡y seguirán haciendo mañana y siempre!— los que viven en Cuba como los que viven fuera de ella. Hay en ambas riberas jóvenes maravillosos. ¡Benditos sean! Nada puede secar el árbol de la poesía.

¡Gran pena es que ya no nos reconozcamos, que no sepamos nada los unos de los otros, siendo como somos hijos de un mismo espíritu, nacidos de aquel Padre Numinoso, arca sagrada de la poesía!

Estos poemas son para los pinos nuevos, para todos ellos. Digo con Borges: ‘No he recobrado tu cercanía, mi patria, pero ya tengo tus estrellas’”.

Finalmente, no puedo resistir la tentación de desacralizar este homenaje de vida, muerte y resurrección, como le hubiera gustado, pensándolo en esos momentos de fino humor campechano y maledicencia con los que interrumpía una conversación o ponía un descanso en una audición de la riquísima colección de discos de vinilo  —era un melómano impenitente—. Lo que sigue es el fragmento de una carta a Lydia Cabrera que se halla entre los fondos de la biblioteca de la Universidad de Miami. Donde esté, a nuestro lado o en otro mundo, transformado en pez o un tigre de Kenia, el viejo se estará riendo de lo lindo.

“Dile a lsabelita que la recordé el otro día, porque ví a una vieja guajira cubana dándole un escándalo a un funciona­rio español en una oficina. Le daba una verdadera ‘guantanamera’, porque la vieja era tal. Ella le gritaba al hispano. ‘¡Pero mira que ustedes los gallegos son ignorantes. ¡No saber dónde queda Caimanera y yo, que soy una mujer sin instrucción, yo sé donde quedan Sevilla y Barcelona’. Y todo porque el pobre currutaco le dijo: ‘¿Pero por fin usted de dónde es, de Cuba o de Caimanera, o de Boquerón? Por­que a mí eso de Caimanera no me suena’. Y la vieja se echó para el solar, furibunda. Me puse de su parte, porque un abuelo mío era guanta­namero, de la familia Baudin, y hasta tenía un cuñado llamado Dios Puen­te. Lo del nombre de Dios te juro que es cierto. A las hijas las llaman ‘las hijitas de Dios’­: ‘¡Mira, por ahí vienen las hijas de Dios, qué mulaticas tan lindas!’. Y por supuesto que eran lindas, porque eran hijas de Dios. Cuídate como gallo fino.

A la tribu, todo el afecto de Gastón.”

Ilustración: marcosguinoza