DOS PATRIAS

El 19 de mayo de 1895 murió en combate José Martí, el gran poeta e intelectual cubano, líder de la lucha por la independencia de España. Su polémica caída en Dos Ríos aún joven ha marcado el destino espiritual de la nación cubana como la de los apóstoles y mártires, y como ellos su pensamiento ha sido usado para justificar una ideología y políticas de Estado que no siempre se han correspondido con la moral y el ideario martianos.

Los últimos sesenta años de la historia cubana han sido particularmente significativos de la manipulación del pensamiento de Martí para justificar un régimen mediante la supuesta confluencia de las ideas de los fundadores del comunismo con las martianas, mediante la mutilación, la parcelación y la adaptación de una lectura única.

La propia poesía de Martí ha sido leída acorde a la lectura canónica que hicieron algunos ilustres estudiosos, creando un sesgo sobre la riqueza y la profundidad de un hombre atormentado, del cual a veces nos alejaron poniéndonos delante aquellos textos que peor lo representaban pero a los cuales se les dedicaron toneladas de profusos exámenes.

La mejor de las contribuciones de Martí a la nación cubana aún está por llegar, cuando las generaciones futuras puedan hacer una lectura completa y libre de él junto a la de todos aquellos que hoy enriquecen el espíritu nacional. En Dos ríos parecía que el sacrificio llevaría a los dos ríos de la nación al cauce que evitara las dos Cubas, las dos orillas y las dos noches, por eso hay que volver siempre a Dos Ríos porque es allí donde se produce el nacimiento de la Cuba que realmente soñó Martí.

Los poemas que aparecen aquí forman parte de Flores del destierro, su libro póstumo dedicado «A mi tierra, A una mujer buena, A mis amigos»

«Ya sé que están escritos en ritmo desusado, que por esto, o por serlo de veras, va a parecer a muchos duro».

(Fragmento de la introducción de Martí a Flores…)

DOS PATRIAS

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
¿O son una las dos? No bien retira
Su majestad el sol, con largos velos
Y un clavel en la mano, silenciosa
Cuba cual viuda triste me aparece.
¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento
Que en la mano le tiembla! Está vacío
Mi pecho, destrozado está y vacío
En donde estaba el corazón. Ya es hora
De empezar a morir. La noche es buena
Para decir adiós. La luz estorba
Y la palabra humana. El universo
Habla mejor que el hombre.
                         Cual bandera
Que invita a batallar, la llama roja
De la vela flamea. Las ventanas
Abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo
Las hojas del clavel, como una nube
Que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa...



CONTRA EL VERSO RETÓRICO...

Contra el verso retórico y ornado
El verso natural. Acá un torrente:
Aquí una piedra seca. Allá un dorado
Pájaro, que en las ramas verdes brilla,
Como una marañuela entre esmeraldas -
Acá la huella fétida y viscosa
De un gusano: los ojos, dos burbujas
De fango, pardo el vientre, craso, inmundo.
Por sobre el árbol, mas arriba, sola
En el cielo de acero una segura
Estrella; y a los pies el horno,
El horno a cuyo ardor la tierra cuece -
Llamas, llamas que luchan, con abiertos
Huecos como ojos, lenguas como brazos,
Savia como de hombre, punta aguda
Cual de espada: ila espada de la vida
Que incendio a incendio gana al fin, la tierra!
Trepa: viene de adentro: ruge: aborta.
Empieza el hombre en fuego y para en ala.
Y a su paso triunfal, los maculados,
Los viles, los cobardes, los vencidos,
Como serpientes, como gozques, como
Cocodrilos de doble dentadura,
De acá, de allá, del árbol que le ampara’
Del suelo que le tiene, del arroyo
Donde apaga la sed, del yunque mismo
Donde se forja el pan, le ladran y echan
El diente al pie, al rostro .el polvo y lodo,
Cuanto cegarle puede en su camino.
El, de un golpe de ala, barre el mundo
Y sube por la atmósfera encendida
Muerto como hombre y como sol sereno.
Así ha de ser la noble poesía:
Así como la vida: estrella y gozque;
La cueva dentellada por el fuego,
El pino en cuyas ramas olorosas
A la luz de la luna canta un nido
Canta un nido a la lumbre de la luna.


VINO DE CHIANTI

Hay un derecho
Natural al amor: ¿reside acaso,
Chianti, en tu áspera gota, en tu mordente
Vino, que habla y engendra, o en la justa sabia
Unión de la hermosura y el deseo?
Cuanto es bello, ya es mío: no cortejo,
Ni engaño vil, ni mentiroso adulo:
De los menores es el amarillo
Oro que entre las rocas serpentea,
De los menores: para mí es el oro
Del vello rubio y de la piel trigueña.
Mi título al nacer puso en mi cuna,
El sol que al cielo consagró mi frente.
Yo sólo sé de amor. Tiemblo espantado
Cuando, como culebras, las pasiones
Del hombre envuelven tercas mi rodilla;
Ciñen mis muslos, y echan a mis alas,-
Lucha pueril, las lívidas cabezas:-
Por ellas tiemblo, no por mí, a mis alas
No llegarán jamás: antes las cubro
Para que ni las vean: el bochorno
Del hombre es mi bochorno: mis mejillas
Sufren de la maldad del Universo:
Loco es mi amor, y, como el sol, revienta
En luz, pinta la nube, alegra la onda,
Y con suave calor, como la amiga
Mano que al tigre tempestuoso aquieta,
Doma la sombra, y pálido difunde
Su beldad estelar en las negruzcas
Sirtes, tremendas abras, alevosos
Despeñaderos, donde el lobo atisba,
Arropado en la noche, al que la espanta
Con el fulgor de su alba vestidura.


CUAL DE INCENSARIO ROTO...

Cual de incensario roto huye cl perfume
Así de mi dolor se escapa el verso:
Me nutro del dolor que me consume,
De donde vine, ahí voy: al Universo.

Cirio soy encendido en la tormenta:
El fuego con que brillo me devora
Y en lugar de apagarme me alimenta
El vendaval que al temeroso azora.

Yo nunca duermo: al despertarme, noto
En mí el cansancio de una gran jornada
Adonde voy de noche, cuando, roto
El cuerpo, hundo la faz en mi almohada.

¿Quién, cuando a mal desconocido postro
Mis fuerzas, me unge con la estrofa blanda,
Y de lumbre de amor me baña el rostro
Y abrir las alas y anunciar me manda?

¿Quién piensa en mí? ¿Quién habla por mis labios?
Cosas que en vano detener intento?
¿De dónde vienen los consejos sabios?
¿Adónde va sin rienda el pensamiento?

Ya no me quejo, no, como solía,
De mi dolor callado e infecundo:
Cumplo con el deber de cada día
Y miro herir y mejorarse el mundo.

Ya no me aflijo, no, ni me desolo
De verme aislado en mi difícil lucha,
Va con la eternidad el que va solo,
Que todos oyen cuando nadie escucha.

Qué fue, no sé: jamás en mí di asiento
Sobre el amor al hombre, a amor alguno,
Y bajo tierra, y a mis plantas siento
Todo otro amor, menguado e importuno.

La libertad adoro y el derecho.
Odios no sufro, ni pasiones malas:
Y en la coraza que me viste el pecho
Un águila de luz abre sus alas.

Vano es que amor solloce o interceda,
Al limpio sol mis armas he jurado
Y sufriré en la sombra hasta que pueda
Mi acero en pleno sol dejar clavado.

Como una luz la férvida palabra
A los temblantes labios se me asoma:
Mas no haya miedo que las puertas le abra
Si antes el odio y la pasión no doma.

Qué fue, no sé: pero yo he dado un beso
A una gigante y bondadosa mano
Y desde entonces, por donde hablo, impreso
Queda en los hombres el amor humano.

Ya no me importa que la frase ardiente
Muera en silencio, o ande en casa oscura,
Amo y trabajo: así calladamente
Nutre el río a la selva en la espesura.



DOMINGO TRISTE

Las campanas, el sol, el cielo claro
Me llenan de tristeza, y en los ojos
Llevo un dolor que el verso compasivo mira,
Un rebelde dolor que el verso rompe
¡Y es ¡oh mar! la gaviota pasajera
Que rumbo a Cuba va sobre tus olas!

Vino a verme un amigo, y a mí mismo
Me preguntó por mí; ya en mí no queda
Más que un reflejo mío, como guarda
La sal del mar la concha de la orilla.
Cáscara soy de mí, que en tierra ajena
Gira, a la voluntad del viento huraño,
Vacía, sin fruta, desgarrada, rota.
Miro a los hombres como montes; miro
Como paisajes de otro mundo, el bravo
Codear, el mugir, el teatro ardiente
De la vida en mi torno: Ni un gusano
Es ya más infeliz: ¡suyo es el aire,
Y el lodo en que muere es suyo!
Siento la coz de los caballos, siento
Las ruedas de los carros; mis pedazos
Palpo: ya no soy vivo: ¡ni lo era
Cuando el barco fatal levó las anclas
Que me arrancaron de la tierra mía!



FUERA DEL MUNDO...

Fuera del mundo que batalla y luce
Sin recordar a su infeliz cautivo,
A mi trabajo servil sujeto vivo
Que a la muerte temprano me conduce.
Mas hay junto a mi mesa una ventana
Por donde entra la luz; iy no daría
Este rincón de la ventana mía
Por la mayor esplendidez humana!



¡DIOS LAS MALDIGA!

¡Dios las maldiga! ¡Hay madres en el mundo
Que apartan a los padres de sus hijos:
Y preparan al mal sus almas blancas
Y les derraman el odio en los oídos!
¡Dios las maldiga! Oh, cielo, ¿no tendrás
Un Dios más cruel que las maldiga más?

¡Dios las maldiga! Frívolas e impuras
Guardan tal vez el cuerpo con recato,
Como un vaso de Sèvres donde humean
Hidras ardientes y espantosos trasgos.
¡Dios las maldiga, y si puede sepulte
Todo rostro que el alma real oculte!

¡Dios las maldiga! ¡Ciegas, y sensibles
Del mundo sólo a los ligeros goces,
Odian, como a un tirano, al que a sus gustos
La majestad de la pureza opone!
¡Dios las maldiga, y cuanta hacerse quiera
De las joyas de Dios aro y pulsera!

¡Dios las maldiga! ¡Untadas las mejillas,
Frente y manos cubiertas de albayalde,
Con la mano pintada, al justo acusan
Que de su amor infecundo se deshace!
¡Dios las maldiga, y a la ruin caterva
De esclavas que el honor del hombre enerva!

¡Dios las maldiga! En las temblantes manos
Los pedazos del pecho recogidos,
El justo irá do la piedad lo llame,
O alguien lo quiera, o se vislumbre un nido.
¡Dios las maldiga!

¡Dios las maldiga! ¡Yo he visto el pecho
Horrible como un cáncer animado!
¡Sufre, que es bueno, y llora, amigo mío,
Llora muriendo en mis cansados brazos!
¡Dios las perdone! ¿No se ve a este lloro
Otro clavo en la Cruz y otro astro de oro?



¡BIEN VENGAS, MAR!...

Bien vengas, mar! De pie sobre la roca
Te espero altivo: si mi barca toca
Tu ola voraz, ni tiemblo, ni me aflijo:
Alas tengo y huiré-- ¡las de mi hijo!



DENTRO DE Mí...

Dentro de mí hay un león enfrenado:
De mi corazón he labrado sus riendas:
Tú me lo rompiste: cuando lo vi roto
Me pareció bien enfrenar la fiera.

Antes, cual la llama que en la estera prende,
Mi cólera ardía, lucía y se! apagaba:
Como del león generoso en la selva
La fiebre se enciende; lo ciega, y se calma.

Pero, ya no puedes: las riendas le he puesto
Y al juicio he subido en el león a caballo:
La furia del juicio es tenaz: ya no puedes.
Dentro de mí hay un león enfrenado.



PATRIA EN LAS FLORES

¿Por qué os secáis, violetas generosas,
Que me dio en hora amarga mano pía?
Pues patria al alma dais, flores medrosas,
iNo os secaréis en la memoria mía!



SEÑOR, AÚN NO HA CAíDO

Señor, aún no ha caído
El roble, a padecer por ti elegido;
Aún suena por su fibra
Rota el eco del golpe: aún tiembla y vibra
Dentro el tronco el acero, al aire el cabo:
Aún es por la raíz del suelo esclavo:
Señor, el hacha fiera
Blande y retiemble, y este roble muera.



CRUJE LA TIERRA, RUEDA HECHA PEDAZOS

Cruje la tierra, rueda hecha pedazos
La ciudad, urge el miedo a la concordia.

Siervo y señor confúndense en abrazos:
Bosques las calles son, bosques de brazos
Que piden al Señor misericordia.

La soberana espira bambolea,
El pórtico corintio tiembla luego,
Vota y jura la gente, el suelo humea
Y sobre el llanto y el pavor pasea
De torre en torre el misterioso fuego.

Asoma: ¿quién es? ¿quién puede en un minuto
Revolcar en su polvo a las ciudades,-
Trocar al hombre en espantado bruto,
Echar la tierra sobre el mar enjuto,
Aventar como arena las edades?

Ya vuelve, ya adelanta, crece, oscila
El suelo como un mar, se encrespa, ruge.
Hincha el lomo, entreabre la pupila,
Cuanto quedaba en pie rueda o vacila:
Ya se apaga, se extingue, ronca, muge.

La ciudad, como un árbol, se deshoja,
Cortados a cercén vuelan los techos,
Se abre la tierra blanda en cuenca roja
Y a las madres, ¡tan fiera es la congoja!
¡Se les seca la leche de los pechos!

Salta una novia de la alcoba nueva
Donde el naranjo fresco florecía:
Muerta a su espalda el novio se la lleva:
Párase, ve el horror, en negra cueva
Rompe el suelo a sus pies, y a ella se fía.

Abatido el poder, pálido el mando,
El más bravo allí trémulo ejemplo
De pavura mortal: huye Ilorando
Un clérigo infeliz: danzan temblando
Sobre el altar los santos en el templo.

Al lívido reflejo de las luces
Véase allí un pueblo orando por sus vidas,
Unos a rastras van; otros de bruces
Piden merced a Dios, junto a las cruces
De las torres magníficas cafdas.

Todos quieren vivir ¡mas se ha notado
Que no hay uno allí que dé más la vida,
Uno en el pueblo entero!--un desterrado
Que a anonadar su cuerpo quebrantado
A las torres y pórticos convida.

Ilustración: pavel_kuczynski1