
La negativa del Gobierno español a reconocer al Gobierno cubano como el de una dictadura de un régimen totalitario, ha revelado el papel de coreuta de este Gobierno del discurso de la izquierda ignorante u oportunista implantado por su homólogo de la isla cuando todavía vivía su líder Fidel Castro. No podemos dejar de ver que el discurso de la Revolución cubana fue el nicho donde cierta izquierda encontró su aliviadero al discurso globalizante del comunismo surgido de la II Guerra Mundial, denunciado sin éxito por muchos que viajaron al paraíso igualitario animados por la utopía del Este. Nicho donde esa incierta izquierda ha quedado cómodamente cautiva repitiendo los mismos ideologemas que crearon la otra utopía romántica de los barbudos, del cual son víctimas no sólo aquella izquierda ideológica heredera del comunismo vencido por su propia incompetencia que hoy forma parte del Gobierno de Sánchez, sino también personas honestas y de otras ideologías políticas, culturales, económicas y religiosas que ven en Cuba una medicina del antiamericanismo extemporáneo, fundado más en el sesgo ideológico de la izquierda que en los errores de esa nación en la lucha de los dos bloques durante el siglo XX.
Viendo el comportamiento del Gobierno socialista, que no tiene porqué dejarse comprometer con el discurso oficial cubano como sí están obligados sus socios de gobernanza, uno puede pensar que no son intereses los que marcan este derrotero político, sino el sesgo ideológico a no ser que esos intereses a los que se refirió en un desliz una representante del Gobierno sea precisamente el interés ideológico, ya que el político es un error que sólo puede comprenderse por el mal trabajo de la diplomacia en la isla o porque el Gobierno se informa por el corresponsal de El País, de quien podríamos creer que no por ver la realidad cubana la deja de percibir alterada por anteojos del mismo aumento conque la ve el presidente cubano. Lo que sí está claro es que determinada concepción ideológica está siendo proporcional al error político, no sólo por la imagen internacional, sino también para la política doméstica donde el Partido Popular, incluso VOX, le ha ganado la iniciativa que podría convertirse en un arma arrojadiza en el próximo periodo que se avecina electoral, donde esos miles de cubanos que salieron a la calle el día 25 fueron apoyados por las autoridades políticas y administrativas de la capital española.
Toda la izquierda, tanto la moderada como la radical y nacionalista que apoya al gobierno de España, junto al socialista español al frente de la política exterior Europea, y las recientes declaraciones del actual Embajador en la isla, se han situado en el triste lugar donde se colocaron sus compatriotas, cuando en Las Cortes del siglo XIX sólo pensaron en sus intereses peninsulares y condujeron a los cubanos a la solución de morir antes que seguir siendo esclavos de la política egoísta de los intereses peninsulares. Lo de estos días es uno de los peores episodios de la democracia y la política exterior española, que últimamente nos ha acostumbrado a verla dar palos de ciego. Al contrario de otros Gobiernos en el pasado, el actual Ejecutivo ha preferido un punto de vista político de conformidad con el régimen cubano y sus adláteres de la izquierda conque gobierna, en vez de otro de solidaridad con el pueblo, los derechos humanos y la democracia, desmarcándose de una postura política tradicional de tender las dos manos políticamente correctas según el uso, una al pueblo y otra al Gobierno para defender los intereses españoles en la isla, política con la que habían logrado notables resultados a favor de los presos políticos.
Los intereses españoles a los que me gustaría creer que alude la burocracia política se han defendido con todos los gobiernos españoles, pero nunca con la torpeza de unos advenedizos que podrían ser quienes estén al frente de la política hacia la isla. Podríamos incluso pensar si esos llamados intereses nacionales, si fueran materiales como las inversiones hoteleras o de otro tipo de los grupos económicos y financieros con participación del IBEX 35, aunque legítimos no pudieran ser además espurios para proteger otros intereses en nombre de España. Si España cree, como se infiere de las palabras del Embajador, que a costa de los Derechos Humanos maltratados puede ganar prebendas para mejorar la economía cubana y sacar a flote un régimen que lo beneficia favoreciendo a la oligarquía político-militar con la cual negocia, estoy seguro que se cogerá el culo con la puerta antes de que los cubanos también decidan enfrentar esa política de complicidad. Cuídate, España, de tu propia España.
Podríamos decir que el Gobierno español se ha movido en la misma dirección de los llamados intereses comerciales y económicos de aquellos otros gobernantes antes de 1898, que por defender sus intereses no entendió a otra Cuba con sus propios intereses y la exprimió con una crueldad insoportable incluso para muchos que se sentían españoles no peninsulares. Lamentablemente el Gobierno español asume la postura del avestruz para defender intereses propios sin tener en cuenta que esos intereses también son los de una oligarquía político-militar que hoy reprime a su pueblo, sin que este se beneficie ni de manera residual de las relaciones de intereses del Gobierno español con esta camarilla de familias del poder. Tal postura en interés de lo propio no puede dejar de ser leída como política contraria a los Derechos Humanos pisoteados por quien de momento es un aliado político, como se dice: el que calla, otorga, sobre todo en una situación de crisis como la actual para el pueblo cubano. A veces no se puede estar con Dios y con diablo sin evitar comprometer la moral de quien elude su responsabilidad con los que lo necesitan.
Ahora que el propio Gobierno español ha puesto de moda la polémica y errática memoria histórica como un novedoso mecanismo de justicia social con el pasado que incluye el siniestro perfil de la cultura de la cancelación, no sería descabellado que alguien pidiera una declaración institucional por el desprecio y la discriminación conque España trató al pueblo cubano durante la larga noche de colonización e independencia y por los crímenes cometidos entonces para defender esos intereses que hoy impiden una condena al Gobierno cubano, también que se pidiera derribar el hermoso monumento a Valeriano Weyler en El Retiro por los crímenes que cometió con la creación de los campos de concentración cubanos durante la guerra, aún peores que aquellos campos de reclusión del Gobierno, las UMAP, para rectificar la perversión ideológica de ser diferentes y redimirlos mediante el trabajo, cuando se creía todavía que sólo el trabajo y la fidelidad a la ideología de la patria haría libres y felices a los cubanos, dignos de todos los sacrificios para alcanzar el cielo en la tierra.
Lo cierto es que a nadie le debiera interesar abrir esa caja de Pandora del dolor, con el objetivo de hacer justicia del pasado sobre el presente donde radica la actual soberanía y los verdaderos intereses de España, no de determinado partido de la incierta izquierda que reclama para sí el papel de justicieros de una moral sobre la otra, en este caso la de unos dudosos intereses sobre los de los derechos humanos y el legítimo derecho de defenderse de la represión y la domesticación.