España y Cuba con Dios y con el diablo

A pesar de lo que diga la propaganda, el mayor logro de la Revolución cubana no fue el desarrollo de la ciencia, el deporte, la educación, la salud y haber distribuido sus beneficios con mayor o menor éxito de su política social, estos son indiscutibles en razón de comparar estos hechos incontestables con otros países que, sin embargo, nunca habían tenido la trayectoria de Cuba en esos mismos rubros. Las estadísticas de la todavía joven República en ese sentido son abrumadoras a pesar del desequilibrio de distribución de la riqueza en franjas de población y zonas geográficas como el campo, cuando ese era un problema común a la mayoría de los países a partir de los cambios geopolíticos y de civilización que se empezaron a producir en los albores del siglo XX.

Para ilustrar el rápido desarrollo de Cuba que el discurso de la Revolución ha tratado de minimizar injustamente para justificar su necesidad, bastaría apuntar el hecho de que la isla fue un destino recurrente y beneficioso para los inmigrantes, en gran parte españoles que huyeron de la pobreza de las provincias, la guerra y la represión, y allí encontraron acogida pudiendo desarrollar pequeñas y grandes fortunas que contribuyeron al desarrollo peninsular. Si volvemos la vista atrás, podríamos percibir que cuanto Cuba y España se han dado mutuamente podría alcanzar una paridad, lo que la Madre Patria dio fue devuelto con creces por los hijos, si bien es una tarea imposible comparar esos beneficios que fueron económicos pero también culturales a lo largo de la formación de la nación en viajes de ida y vuelta hasta hoy. No obstante, sería justo no dejar de advertir que buena parte de la aportación española hasta el final de la última guerra tuvo como origen y destino conservar un estatus quo desigual con la colonia. 

El mayor logro de la Revolución no está en su desarrollo encumbrado y pagado por la subvención soviética directa o a través del CAME, sino es haber creado una enorme masa de prosélitos dentro y fuera del país, rehenes de la ideología de la patria, del igualitarismo y de la victimización de la relación desigual con el país más poderoso del planeta a escasas noventa millas, donde también se inscriben miembros del Gobierno español. La pieza fundamental de esa politización de las relaciones sociales basadas en el patriotismo, el agradecimiento y el orgullo de pertenecer a un país que ha parecido más grande de lo que es, ha sido el instrumento con el cual los Estados Unidos han intentado doblegar al pequeño país: el bloqueo. El bloqueo o embargo desde que el Gobierno eligió como aliado a la Unión Soviética, gracias a la política errática del garrote de los Estados Unidos y la quinta columna de los comunistas en el poder que facilitaron la oportunista dedicación de Fidel a salvar al país y crear un mito, fue una de las piezas fundamentales de la rivalidad de las dos mayores potencias en la época de la guerra fría y el instrumento musical mediante el cual el Gobierno cubano sedujo como Hamelin a millones de personas de derecha e izquierda para ejecutar el ceremonial de la victimización y la justificación de la dictadura.

Dicho instrumento se ha convertido en el símbolo de una relación entre victimario y víctima, que trasciende la política y la ideología haciendo rehenes de la misma a personas honorables y respetables dentro y fuera de la isla, en los cuales se ha creado un sesgo condicionado por el patriotismo, el agradecimiento, la solidaridad y la admiración. Sin embargo estos sentimientos se han fraguado en una dependencia total a la información que el Gobierno cubano a sabido dar de su relato de la historia antes del 59 hasta nuestros días, con una interesada omisión y descontextualización a la que nadie se ha sentido ajeno. Como en los tiempos en que una gran mayoría de la izquierda apoyaba el comunismo soviético, desoyendo a quienes volvían desencantados y relataban los motivos de su frustración, hoy existe una parte de la sociedad artística, literaria e intelectual que sólo entienden el viejo lenguaje de la voz del amo, ya sea por conveniencia, ignorancia o fidelidad a ellos mismos, nunca se sabe. Ni siquiera con la perspectiva de la socorrida dialéctica marxista o hegeliana, da igual, son capaces de comprender el despropósito informativo que narra una realidad que no existe con las mismas palabras que le dieron sentido. Todavía, incluso quienes no entienden la represión o la rechazan abiertamente, no pueden dejar de ofrecer sus corazones lastimados por lo que ellos llaman las causas del bloqueo o embargo, el uso de una u otra denominación casi nos exime de hablar de la postura del hablante.

Es cierto que no ha sido hasta hace muy poco que han surgido voces que han ofrecido datos y análisis que desvinculan el fracaso del sistema cubano del embargo, hasta el momento el pensamiento más relevante estaba fundamentado por las estadísticas y los resultados de la gestión económica, sin tener en cuenta no sólo lo que el Estado no podía proveer por el embargo, sino también lo que el sistema era incapaz de hacer por causa del propio bloqueo interno de las llamadas fuerzas productivas y los mecanismos de estimulación de las mismas que solo son alcanzables con más libertad, una regulación menos opresiva y una fiscalidad más consecuente. De hecho grupos de economistas pudiendo padecer el sesgo del cautivo del discurso oficial no han sabido explicar el fracaso desde otro punto de vista que no fuera el mecanicista del mismo modo que ciertos neoliberales olvidaron la relación de la economía con la sociedad. Los últimos aparentes avances de liberación económica no han sido sino el maquillaje de un cadáver que GAESA no ha podido echar a andar por no poner en riesgo su monopolio ya legitimado con su inclusión en el Buró Político. Los propios cuentapropistas lo saben: la corrupción para gestionar los negocios, la limitación de las garantías, la incapacidad para facilitar la financiación y las materias primas, la presión fiscal, y la política monetaria, entre otros, son cinturones al hambre de querer hacer las cosas de otra manera.

Para contrastar la doctrina cubana del embargo o bloqueo, puede ser útil para los interesados consultar el libro del economista Jorge A. Sanguinetty del cual en este medio he publicado una parte (https://leondelahoz.com/2019/07/23/los-dos-embargos-o-bloqueos-de-cuba-jorge-a-sanguinetty/). También las declaraciones de Pedro Freyre, profesor de Derecho y abogado del bufete Akerman de Miami, que se ocupa de gestionar la agenda de quienes están interesados en hacer negocios con Cuba, este abogado aclara qué puede comprar Cuba en Estados, cómo puede hacerlo y además explica porque las transacciones entre Cuba y Europa tienen una cobertura casi ilimitada. Ver (https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-57857337). Según la información que no ofrece el Gobierno cubano, el embargo condiciona y limita la capacidad de gestión, pero la razón por la cual el país se haya en una involución profunda con graves consecuencias para el pacto social se halla en la falta de libertad, de la misma manera que la libertad sería necesaria para estudiar y diagnosticar la enfermedad cubana y sus causas, más allá de los esquemas del discurso cubano que han conformado la mitología revolucionaria, aún presente en gran parte de la población cubana de dentro y de fuera, de los Gobiernos y de la militancia de izquierda.

La izquierda internacional ha sido y aún es el sostén fundamental para un régimen corrupto al frente del cual se haya una oligarquía político-militar que nada tiene que ver con la época dorada de la utopía revolucionaria, donde los errores eran minimizados por una correspondencia entre el sacrificio y la esperanza, entre el sacrificio y el mito, aunque fueran aquellas aguas las que trajeran estos lodos. En realidad los rubros del desarrollo de la Revolución favorecidos por los intereses geopolíticos de la comunidad que abanderaba la URSS formaban parte de un gran escenario de control social y político que se ha extendido desde dentro de la isla y a lo largo del tiempo entre cubanos y extranjeros. Ese control se ha ido deteriorando dentro de la isla en la medida en que el pacto social se halló falto de la subvención económica con la destrucción del comunismo soviético y la incapacidad para la renovación del liderazgo y el cambio al estilo de aquellos otros países que han logrado sobrevivir adaptándose a la nueva correlación en la que China, antiguo rival de la política soviética, se ha consolidado como alternativa. Pero el respaldo de la izquierda internacional no ha mermado y puede ser que se haya fortalecido cobijado en universidades, instituciones y Gobiernos que desde lejos mantienen con Cuba una relación de turismo ideológico, sentimental e identificación a través del discurso del mito. Venezuela y los países bolivarianos de la época del chavismo bajo el control directo e indirecto de los gobernantes cubanos son un capítulo aparte de la continuidad de la inercia con la que política, economía y dependencia se han relacionado para alimentar el mito y su justificación.

Lamentablemente, el Gobierno español se ha situado en esa posición que ha adoptado al lado de quienes por ingenuidad, conveniencia, simpatía o ignorancia apoyan al Gobierno cubano, condenado por gran parte del pueblo cubano que ha podido vencer el secuestro ideológico y social al que ha sido sometido. En política lo que no se afirma o se niega tiene una lectura política, no económica, y esa es la que hay que darle a la negativa del Gobierno español para no condenar la represión actual en Cuba. Cabría pensar en la torpeza de la política exterior española y dudar de la inteligencia de la misma, pero también podríamos pensar que se trata realmente de la defensa de los intereses españoles, pero no de los de la mayoría, sino de intereses de unos pocos españoles y no los de aquellos que no tienen trabajo, son mal pagados o viven una crisis de la vivienda, dos de los problemas más graves de la convivencia y que el Gobierno se contenta solucionándolo con la memoria histórica y la lucha de géneros. Intereses que, no obstante, ningún Gobierno ha defendido cuando la fortuna de gran número de españoles se vio afectada por la nacionalización que hizo el Gobierno cubano al triunfo de la Revolución, obligando a algunos a irse del país y perder el fruto del trabajo de toda su vida o heredado de sus padres y abuelos, da igual que fuera el dueño de una finca, de una vivienda familiar o un ultramarinos.

No obstante este Gobierno esgrime la justificación del bloqueo o embargo de los Estados Unidos para justificar la situación que vive Cuba, con lo cual no sólo asume no tener criterio, sino que se afilia al juicio ideológico de gran parte de la izquierda que justifica con el bloqueo o embargo la represión y la incapacidad de la dictadura para detener el origen de la ola de descontento, de esa forma su juicio de convierte en político por un objetivo espurio que lo hace cómplice de la dictadura cubana, que no es una democracia —como aludiera el presidente Sánchez con su finta de buen pugilista—, pero tampoco es una “no democracia” como sucede con aquellos países donde se elige gobierno entre varios partidos, aunque las leyes de la democracia no se respetan. La idea de dictadura que tanto los cómplices como el propio Gobierno rechazan, nos habla del miedo a la palabra y la manipulación del lenguaje de las dictaduras, ya que el propio sistema se sostiene teóricamente sobre una estructura política que los ideólogos denominaron dictadura del proletariado. Entonces, ¿si no es una democracia, ni una “no democracia”, ni una dictadura del proletariado, cómo debemos llamarle, señor Presidente Sánchez, para condenar la represión a la que hemos visto se somete a aquellos que solicitan su solidaridad para evitar al menos virtualmente el desamparo de esas víctimas?

Gracias a Dios España sí es una democracia y su régimen permite que sus ciudadanos muestren su desacuerdo tanto con el Gobierno cubano como con el actual Ejecutivo español. Y damos gracias que lo que allí no está permitido aquí lo esté y podamos estar, del mismo modo que en otro tiempo los de aquí pudieron estar en Cuba para “hacer las Américas” huyendo del hambre y la represión franquista. Y aquí no debemos dejar de recordar, aunque la memoria histórica defendida por cierta incierta izquierda padezca de un sesgo particular, que gracias a los Estados Unidos mediante una solución política de naturaleza anticomunista, la dictadura de Franco pudo abrirse al mercado internacional y comenzar el inicio de un desafío económico que contribuyó al crecimiento de la clase media y de paso al tránsito que facilitó la democracia a este país y su ingreso en la comunidad internacional con derecho pleno. La reciente manifestación en Madrid, hermosa y multitudinaria, contra la represión de la dictadura cubana y a favor de las libertades en la isla, contó con el apoyo de otros partidos del centro y la derecha, dándonos un viso de que Cuba vuelve a entrar en la política española, ojalá sea por el bien de los cubanos y no por el de un Gobierno que ha reprimido con porra y sin ella por hablar, por pedir, por pensar y querer un país para todos donde no se discrimine por creer en otro gobierno y otra isla posibles.

El Gobierno de España tendrá que cambiar su postura porque el de Cuba no lo hará, a riesgo de seguir apareciendo cómplice de la represión y el deterioro de la vida de los cubanos cada vez más precaria. No es con Cuba con quien le pedimos su solidaridad, sino con el pueblo cubano. España no puede repetir el papel moral de estar con Dios y con diablo. La llamada Perla no lo merece como hija de su madre patria. Es así de sencillo.