Pedro Sánchez con Maquiavelo

Finalmente, como se sabía después de las conversaciones entre la coalición de Gobierno en funciones con los independentistas, fundamentalmente con el líder de Junts en el exilio, Sánchez ha logrado otra vez mantenerse en el poder conservando la presidencia de España. No ha sido fácil, Sánchez ha tenido que ceder a un acuerdo en el que se le pide hasta el alma. Felipe González, temiendo esto último, ya había dicho ante las especulaciones que se hacían del silencio de Sánchez y los excesos verbales independentistas, que se podía cambiar de opinión pero no de alma. Si bien lo importante no era lo que pedían los independentistas, sino lo que Sánchez pudiera ser capaz de dar, y no tanto quizás por lo que le pidieran, sino porque lo que le han pedido no es de él, además de que se crea una tautología sobre el país que debilita la idea de nación y crea las bases para que dicha tautología irrumpa en la vida política con consecuencias impredecibles. La primera de ellas está siendo que el país vuelve a situar en primera línea de atención el problema del nacionalismo a pesar de que el nacionalismo fue vencido en las urnas en las últimas elecciones.

Viéndolo así Sánchez no sólo ha logrado dividir al país aún más, sino que se ha convertido en el bombero del independentismo arrojando gasolina sobre las ascuas del mismo, quizás con la idea de quienes luchan contra los incendios en los bosques, que queman haciendo contrafuego para que no avance la candela. Si cabía alguna duda de que Sánchez se ha convertido en un incendiario, véanse las manifestaciones con violentos y sin violentos, y la respuesta de una parte de la sociedad ya sea de derechas o izquierdas. Son los ejemplos incipientes de un periodo legislativo que se aventura complejo, difícil y caliente en el que la ruptura por motivos ideológicos ha sido alentada por el propio Sánchez, quien desde la tribuna se ha deshecho en elogios hacia quienes intentan piratear la Carta Magna de 1978 y niegan la evolución histórica y social del país hasta la nación actual, aquellos que sin ningún sonrojo elogian a Maquiavelo desde la tribuna del hemiciclo de la sede de la democracia, retrotrayendo la conducta y los principios políticos al siglo XV donde las ciudades-estados estructuraban las sociedades, encarnada nada más y nada menos que en uno de los políticos más inmorales que exponía en su obra y su conducta todo aquello que un político moderno debiera rechazar. He oído decir que Pablo Iglesias también recomendaba a Maquiavelo, tal vez para que pudiéramos comprenderlo.

Sin ninguna duda la puesta en escena de Sánchez fue la bajada de pantalones más espectacular que se recuerda en la democracia, independientemente de que haya sido o no una puesta para lograr el objetivo de renovar su mandato. Un mandato que de por sí queda justificado para muchos por las medidas anunciadas de carácter social por aquello de que el fin justifica los medios, que es una de las conductas que recomendaba y practicaba el propio Maquiavelo, aunque en la vida real no pudo ejercer del Maquiavelo que propugnó, fracasando y recuperándose hasta casi perderlo todo, como Sánchez. Pero ayer durante la investidura o investiblanda no sólo cedió a su necesidad para hacer de ella virtud como volvió a repetir para avalar su conducta de gobernante, sino que se erigió en un muro para contener a la derecha fagocitada por la ultraderecha como si en su Gobierno, él mismo y en su partido de centroizquierda no estuviera sucediendo algo parecido con la ultraizquierda con diferentes ropajes y nombres en la que también actúa el nacionalismo radical. Pudiera parecer según se lee y escucha que los radicales de derecha son malos, pero que los de izquierda son buenos, y que no importa cómo se haga si lo que se hiciese estuviera dirigido a tener el poder para conceder la igualdad y todos los bienes terrenales a los desventurados y oprimidos. Del mismo modo por la misma lógica de cierta izquierda, la violencia de la izquierda puede justificarse como sucedió durante los actos violentos en torno al 15M en 2004 y el proceso independentista de 2007 que van a ser amnistiados.

Un grave proceso de inversión radical se está produciendo en el país, tanto de derecha como de izquierda, y el presidente que hoy compromete su cargo ante el rey parece haberse sumado al carro con la intención, según dice, de ponerle freno a la ultraderecha con una peligrosa receta de confusos términos antidemocráticos propios de la ultraizquierda. Si no nos hubiéramos pellizcado para saber que no era una pesadilla, la alusión de una representante independentista a que se debía leer a Maquiavelo para aprender y la respuesta de Sánchez afirmando tal enunciado en vez de ponerlo en duda, podríamos pensar que todo cuanto sucede era producto de un mal sueño. Parece que la necedad es la partera de la virtud en la política española y no la necesidad, que nadie haya rectificado a la vocera independentista y a Sánchez es uno de los peores lapsus de la política española y de la propia izquierda, que se ha vuelto hoy tan moralista de otro tipo. Ignorar que el pensamiento político de Nicolás Maquiavelo se centraba en la conquista y el mantenimiento del poder a cualquier precio, incluso de la muerte, la tortura y el exterminio, y cuál era la naturaleza del poder es imperdonable para un presidente democrático. Pudiéramos decir que Sánchez tiene un perfil maquiavélico en cuanto a su obsesión por el poder y la moral resbaladiza, que incluyen los métodos usados con esa finalidad, y quizás la representante independentista quiso decirnos que la sociedad española debía aprender a ser maquiavélica para abandonar criterios morales y éticos que también sirven a la democracia y deberían formar parte de la virtud nacional española.

Es imposible resumir la vida y la obra de Nicolás Maquiavelo en tan poco espacio para demostrar porque la alusión es ofensiva para un presidente democrático, incluso para describir una conducta con una finalidad que se cree justa como piensan los independentistas, tampoco se sabe si la alusión correspondía al Maquiavelo de El Príncipe, de El arte de la guerra o de los Discursos, pero de cualquier modo la alusión retrata a dos posturas políticas que han sido refrendadas por las conductas de sus protagonistas, la de Sánchez para mantener el poder y la de los independentistas para obligarlo a cambiar de opinión o de alma en favor de sus demandas en contra de la concordia y la unidad de la nación como último fin. Ninguna lectura tiene porqué no ser recomendada, tampoco leer a Maquiavelo, pero recomendarlo en virtud de una necesidad en la sede de la democracia durante una sesión de investidura, es una metedura de pata todavía mayor si es un presidente en funciones el aludido quien se hace eco cuando la gran duda sobre su desempeño es si es como Maquiavelo o no. La ignorancia es la madre de casi todos los políticos actuales que leen sólo lo que les conviene.

No sé si acabar este artículo citando a Mussolini, quien prologó con elogios a Maquiavelo en una edición italiana de El Príncipe o a Bertrand Russell, el polémico filósofo, quien siempre supo equivocarse, cambiar de opinión y reconocerlo; y dicen que dijo que El Príncipe era un manual para pandilleros: «La ortodoxia es el sepulcro de la inteligencia, cualquiera que sea la ortodoxia en cuestión. A este respecto, la ortodoxia de los radicales no es mejor que la de las reaccionarios». Bienvenido mister Russell al desierto de lo real. No quisiera cerrar estas palabras que corro, sin mencionar lo que podría ser una síntesis del pensamiento de Maquiavelo en sus propias palabras: «Borgia posee uno de los atributos de los grandes hombres: es un oportunista astuto y sabe cuándo usar de la oportunidad en su ventaja». César Borgia fue posiblemente el asesino más grande de la historia de la política y era de ascendencia española. Pero si fuera a leer con el afán de aprender más, le recomiendo a Sánchez que lea esto que se dice en El Príncipe en el capítulo IV: «una regla general que rara vez o nunca falla: que el que ayuda a otro a hacerse poderoso causa su propia ruina». Aunque lo peor no es que las cesiones a los independentistas cause su ruina, sino la de todos los españoles incluyendo a los mismos independentistas. Hoy día, en un contexto europeo como el actual ejercer de político como recomendaba Maquiavelo es imposible, pero algunos apuntan maneras. Yo no puedo dejar de imaginar a Maquiavelo después de haber fracasado en casi todo, escribiendo a la luz de una pobre lámpara en su casa familiar, y Pedro Sánchez asomando por encima de su hombro a sus espaldas para ver lo que escribe, o viceversa.

Mientras tanto disfrutemos las promesas del paraíso en la tierra aunque sea durante una temporada en el infierno, porque todo, absolutamente todo, se hace en nuestro nombre haciendo de la necesidad virtud, y como ya sabemos la palabra «virtud» en su origen latino también significaba «varón», «poder», «fuerza» referidas a cualidades de lo masculino. Aristóteles, como Sánchez, habría dicho, se hace por mis güevos.