los indignados se balancean

Bailando en el aire. Foto de León de la Hoz

Los indignados de Sol se balancean sobre la tela de una araña, con el riesgo añadido de que pueda arrastrar consigo el desarrollo del movimiento. Parece que ni los mismos organizadores del 15-M comprenden que una cosa es el movimiento y otra la acampada que sostienen en Sol. Puede ser que la inercia del descontento les haya robado el control de la situación. Ayer por la tarde vi como la acampada empezaba a envilecerse: jóvenes haciendo ostentación de sus cargos, feministas insaciables, luchadores irredentos contra la homofobia, demandantes de la prohibición de comer cualquier animal -veremos cuando lleguen los que evitan los vegetales porque son seres vivos también. Además hay funambulistas, músicos étnicos y delincuentes que compadrean con los activistas indignados. Me pregunto por qué siempre están esos llamados músicos étnicos con sus tambores y no interpretes de Mozart o de jazz que es étnico, por ejemplo. En fin, un circo ambulante con carpa y todo. O un mercadillo de milagrerías sociales donde incluso ya pueden verse a los pijos que van a hacerse fotos.

A pesar de que tienen un legajo de demandas políticas y sociales fundamentales de las que ayer publiqué algunas, sus interlocutores son los policías, no los políticos. Que la policía sea la garante del diálogo porque además otros “policías” del propio movimiento se autorreprimen para organizarse y poder mantener la acampada es un reflejo de la ilusión y contrasentido en que viven los rebeldes de Sol. Esa es una de las perversiones más graves del proceso y es una de las razones más importantes para que se separen o identifiquen bien el 15-M de la acampada como instrumento de presión y movilización, nada más. La acampada está reproduciendo un orden que dicen combatir y la misma fragmentación social que le interesa al sistema para conservar su inmovilismo y, por otro lado, se afianza conceptualmente. Esos grupos no piden una evolución del sistema, sino que les toque algo en la repartición de la limosna. Lo mismo que ha venido sucediendo a nivel macrosocial con el gobierno socialista y su socialismo de iglesia.

Cuando se lee y escucha  a la acampada no queda claro si lo que quieren defender es el derecho a alargar la fascinación de poder que alcanzan frente a la opinión pública o la consolidación del movimiento que ideológica y políticamente está fundamentado y justificado ante gran parte de los ciudadanos sin importar el color político. La acampada in extremis, sin embargo, puede llevar al deterioro del movimiento. Su extensión en los barrios como pretenden sus enardecidos guerrilleros sociales es un error que podría terminar por difuminarlos y reproducirá los problemas que van teniendo ahora aunque en otro sitio con menos control sobre ellos. Perderán la fuerza de la imagen y la convocatoria. Demasiada literatura tercermundista entre los asambleístas que sueñan con una revolución de la que son unos nostálgicos sin causa.

El democratismo que exponen como ejemplo en las asambleas y comisiones, extemporáneo e infantil, los está arrastrando a un callejón sin salida. Todos los esfuerzos que se han hecho en ese sentido en la historia política han fracasado. En el ágora y el foro se discutía pero las decisiones se tomaban en otro sitio. La estructura de la organización ha hiperbolizado la horizontalidad que es una de las causas que los está engullendo, mientras ocasiona problemas y dificultades que al trasladarse a los barrios puede degenerar aún más, no de infraestructura que es lo menos grave y sólo importa a los acampados. Yo me pregunto, por qué continúan si tienen ya en la mano una serie de demandas esenciales, políticas y sociales con las cuales movilizar a la sociedad e interpelar a los políticos. Es hora de cambiar la velocidad.