cubanos en mar abierto

Mar abierto, foto de León de la Hoz

Hace algún tiempo escribí un artículo cuando vi a un grupo de expresos políticos cubanos protestando frente a la Cancillería española. Esta tarde he visto a parte de aquellos 115 presos políticos que el Gobierno cubano liberó entre julio de 2010 y abril de 2011 por mediación del Gobierno socialista y la Iglesia católica. Una gran operación de imagen que favoreció en su momento a todos los implicados, sobre todo a quienes en un principio no tuvieron más opción que la cárcel o el destierro. Sin embargo, hoy están mal viviendo parapetados detrás de un muro frente al Palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. Hace poco todavía no podrían imaginar que el viaje a la libertad se convertiría en una excursión a otro infierno, esta vez sin fecha de caducidad. La libertad a veces puede ser más dolorosa que vivir en una cárcel como la isla, esa es la principal lección que el gobierno cubano deja caer a sus opositores.

Por ahora son una veintena, algunos hacen huelga de hambre. Dicen que dentro de poco vendrán los que empiezan a agotar las ayudas. Si también acudieran los familiares que trajeron al exilio entonces serían unas 500 personas aproximadamente. Una multitud que se halla presa de su propio destino como cubanos. Una isla condenada a ser ignorada. A la izquierda no les importa y para la derecha es un clavo caliente que les dejó la izquierda. He escrito antes presos políticos y no expresos porque son individuos que al salir de la cárcel y de Cuba han recobrado la libertad sin que sea plena. El sitio donde se hallan apostados fue la antigua Cárcel de la Corte y, como antes, es una cárcel de lujo a diferencia de la que lograron abandonar en Cuba. Yo no digo que la hayan ganado además de un viaje en avión gratis.

Los cubanos se han plantado detrás de aquel muro de la plaza de Santa Cruz y exigen una solución a un problema que el Gobierno cubano se quitó de encima para creárselo a los españoles, sobre todo a la actual administración. Es como la bola de pelo que se hace en el estómago de los gatos de tanto pasarse la lengua. Ahora los españoles no saben cómo sacarse esa incómoda bola de pelo que ha crecido después de que los socialistas, la iglesia y los Castro se pasaran la lengua mutuamente. El exilio no cuenta, es igual a un barco lleno de barrigones, se mueve cuando comen. Dicen los propios afectados que posiblemente haya dinero de la ayuda que se ha quedado en alguna parte. Es lógico, tienen que comer para tumbar a la Revolución, también para los cubanos hacer política es una manera de vivir y si no mirad para dentro del país.

El Ministerio de Exteriores ha declarado que dará algunas facilidades, pero estas no resuelven el problema en un país como España que se halla al borde de una crisis social generada por la crisis económica. Los pobres presos en libertad piden que se cumplan los compromisos que se contrajeron al salir de Cuba, o sea, salían de la cárcel con condiciones como si no fuera peor aquella. Recuerdo a uno de mis personajes predilectos, Edmundo Dantés, que vivió arañando un túnel para escapar de cualquier manera. Veo en mis compatriotas la suerte de miles que componen la diáspora política y me pregunto cómo es posible que uno de los exilios más largos, subvencionados y fuertes de la historia no haya podido crear mecanismos propios de apoyo y solidaridad para la causa que defiende.

Es una historia triste, ridícula, frustrante y dolorosa de un grupo de personas que representan de cierto modo la historia nacional de un país arrasado moral y físicamente, víctimas de intereses que nada tienen que ver con la libertad, la patria y otras palabras que se escriben, se muere por ellas y se las lleva el viento. Peces que sueñan con el mar abierto y acaban sobras de un festín en cualquier palacio de La Habana o Madrid.