Aduana Vieja presenta “Identidad y postnacionalismo en la cultura cubana”

Feria del Libro de Miami
Thursday, November 21 @ 7:00 pm
Room 2106 (Building 2, 1st Floor)
300 NE Second Ave., Miami, Fl 33132. United States.

 

La editorial Aduana Vieja desde su fundación en 2003 ha dedicado una parte importante de su trabajo a publicar una extensa gama de títulos sobre los estudios culturales y de literatura cubana de la diáspora del exilio. Este año presenta en la Feria del Libro de Miami uno de los libros necesarios como referencia de un problema que no solo atañe al presente de Cuba, sino sobre todo a su futuro, se trata de la antología de ensayos Identidad y postnacionalismo en la cultura cubana, de Laura Alonso Gallo y Belén Rodríguez-Moruelo, que reúne en un volumen a un grupo de pensadores que ofrecen una visión multifácetica que al final se desgrana en una conversación donde un grupo de escritores conversa de sus experiencias y puntos de vista sobre el fenómeno.

 

 

La crisis que vive la nación cubana, donde mejor representada se encuentra es en la identidad nacional, a tal punto que, a diferencia de otros países con grandes problemas sociales, políticos y económicos, los cubanos no podrán salir de la crisis aunque la vacuna sea una inyección multimillonaria de préstamo, ni siquiera con un cambio de régimen democrático y políticas destinadas a garantizar fondos para desarrollar la economía y la productividad. La idea generalizada supone que un cambio de régimen y de sistema político sería suficiente y la reinserción económica y política al sistema predominante en el mundo traería el mejor de los mundos posibles. Sin embargo, una mirada hacia algunos de los países que antes formaban parte del bloque comunista de la Europa del Este, nos muestra un paisaje diferente en aquellos que han tenido y tienen mayores conflictos con la identidad a causa de identidades difusas por fronteras e implantaciones culturales como las que hizo la Unión Soviética en el pasado y Rusia más recientemente. Pero si esa mirada la dirigimos a Cuba vemos que el problema de la identidad es uno de los asuntos que no podrá resolverse como se resolverán los cambios económicos y políticos del futuro “a punta de cheques”. Uno de los aspectos en los que Cuba y los cubanos se juegan el futuro es en resolver el dilema de “lo cubano” sometido a un estrés de cambio generacional, político y transnacional con la explosión migratoria de los últimos años.

El problema fundamental es que el cubano no sabe que tiene un problema con la identidad, ser cubano es una idea confortable con la que todos se identifican, como miembros de una comunidad histórica y cultural que no obstante ha sufrido dos rupturas con origen en el trauma político y social del inicio y consolidación de la Revolución. Una es la implantación de un relato de la nación que sintetiza la idea de la patria, la nación, el estado y la Revolución en una sola, con carácter excluyente y de naturaleza política, y el otro es la consecuencia de este hecho con el surgimiento de un exilio que en sus etapas se corresponde con las crisis del sistema sobre el que se estructuró ese nuevo relato de la nación. Esa idea de lo que llamo “la patria ideológica” se ha mantenido casi sin ningún cambio y cuando lo ha tenido es para dar cabida a conceptos que permitieran una adaptación mejor a las crisis, por ejemplo, la incorporación de lo religioso a la ideología de la patria y el abandono del simbolismo comunista a cambio de los héroes de la independencia, en un intento desesperado por aferrarse a la identidad nacional. Y el exilio ha evolucionado en etapas que se podrían caracterizar a tenor de ser esquemáticas para su descripción, la primera de ellas corresponde con el cisma y la contingencia del cambio revolucionario, la segunda con la reconciliación de las nuevas generaciones, y la tercera se caracteriza por su expansión, su naturaleza es atípica y es un exilio creado por el propio régimen. Estas dos rupturas han impreso a la identidad de elementos y variables que no pueden soslayarse para repensar la idea de nación, su composición y naturaleza.

La identidad cubana de la que normalmente todos creemos ser una parte y consecuencia de la misma no deja de ser una mistificación elaborada desde el siglo XIX y reelaborada durante 60 años de Revolución, un problema que no podrá empezar a ser resuelto hasta tanto en Cuba no haya un régimen democrático y a merced de los cambios generacionales, después que se desmonte toda la estructura ideológica y política en la cual han vivido varias generaciones creyendo de ellos mismos una cosa que no era del todo cierta. Si esto fuera así el problema de la identidad sufre un vía crucis que se podría agravar con el tiempo, después que el problema identitario ha dejado de ser nacional para convertirse en transnacional. Eso que a veces parece la identidad perfecta e ideal de un cubano es una elaboración cultural fundada con las frustraciones de la nación y el ideal de la misma, sin embargo en ocasiones el discurso de la identidad, esquemático, maniqueo, tendencioso, y con una perspectiva que parece más la del pueblo elegido y no un proceso de ganancias y pérdidas, retrocesos y avances, caracterizada por supuestas virtudes y defectos en una escala de valores, que el propio cubano ha creado y llama “lo cubano” para regirse y separar “lo otro” de él mismo. Cuando en realidad cualquier identidad está formada por el propio yo-otro y su síntesis. El resultado de estos 60 años de reforzamiento de esa identidad a veces ha dado como resultado un yo egocéntrico y egotista que considera la patria como su fortaleza, sin comprender que la patria también es una elaboración ideológica.

Esa patria de la que los cubanos se sienten orgullosos y por la cual vi querer morir a personas que siendo enemigas de la Revolución estaban determinadas emocionalmente por el discurso de la independencia contra EE. UU., no es más que una invención ideológica de un relato de la historia ideológica de la nación, que el régimen cubano ha fortalecido con la manipulación de los datos y de la ignorancia, los sentimientos y las necesidades materiales y espirituales presentes en el imaginario popular. Según esta lógica la nación pudo haber sido otra y el cubano otra cosa diferente a lo que se dice ser si la historia se hubiera contado de otra manera. No es una suposición, una lectura nueva y más completa con nuevos documentos de las guerras del siglo XIX, nos dice que la nación hubiera sido diferente si se hubiera contado teniendo en cuenta, y con un punto de vista distinto, el papel de todas las partes, los motivos de las mismas y los contextos, en vez de hiperbolizar la línea radical de la teleología de la independencia tutorizada por los hombres de la guerra. Por tanto, si pudo ser otra cosa de lo que dice ser, también puede ser otra de lo que se cree ser ahora. Esa es la clave para entender que el concepto de nación cubana está en plena capacidad y necesidad de evolucionar y que es inevitable su reconceptualización en contra de lo que plantean los ideólogos del Gobierno cubano. Es una labor revisionista que merece la pena tener en cuenta de cara al futuro de la nación.

Si la patria y la nación son elaboraciones ideológicas, como bien se ve en la actualidad en países donde lo nacional en un contexto común es concebido de maneras diferentes y a partir de definiciones teleológicas de lo social, lo vernáculo, lo histórico, etcétera, entonces podemos pensar que «lo nacional» acusa una transversalidad  que afecta tanto al concepto como a las personas y a las políticas institucionales y los propios estudios culturales. En un país como es Cuba, dicha elaboración unilateral durante varias generaciones ha conformado una sociedad, que si bien puede plantearse una alternativa desde lo político no deja de estar condicionada por la idea de lo qué es y quién es, generando sentimientos de pertenencia diferentes a las sociedades democráticas donde no existen discursos monopolizados y, en todo caso, pueden ser contrastados con otros. Incluso, y pesar de ellos, cuando los individuos de una sociedad como la cubana se enajenan de ese discurso fundamentado por una narrativa ideológica y política como la de la Revolución, acaban reproduciendo los ideologemas de dicha narrativa y el lenguaje que se usa para su construcción. Un ejemplo puede leerse en la apreciación que tiene de si mismo el exilio más reciente, que unas veces suele llamarse “comunidad en el exterior” o “diáspora”, cediendo la connotación política del origen migratorio a la de los fines, que es precisamente el enunciado que hace el régimen y sus ideólogos de la actual diáspora política que ya cubre un espectro geográfico y de motivaciones sin precedentes.

En su libro Psicología de las masas (1895), un texto de enorme vigencia, fundador de todas las teorías de la psicología de las masas y del populismo, y sobreviviente cun laude a pesar de las críticas de Freud y de Lacau, Gustave Le Bon ya nos advertía de un proceso que en Cuba se cumple de forma paradigmática y única si lo estudiamos a la luz de la historia de la isla, de la teleleología de la independencia y de las estrategias culturales y de represión de la Revolución cubana. Cito: “Toda una nación, aún cuando no exista un conglomerado visible, puede convertirse en una masa bajo la acción de ciertas influencias (…) sean quienes sean los individuos que la componen, más allá de las semejanzas o las diferencias en los modos de vida, las ocupaciones, los caracteres o la inteligencia de estos individuos, el hecho de que han sido transformados en una masa las pone en posesión de una especie de mente colectiva que los hace sentir, pensar y actuar de una manera bastante distinta de la que cada individuo sentiría, pensaría y actuaría si estuviese aislado”. El exilio cubano más reciente que disfruta, gracias a Dios, de una enorme heterogeneidad, no escapa a este análisis, convertido en objeto del discurso de la nostalgia y el orgullo de ser cubano que el propio Gobierno ha implantado con motivo de la crisis económica, ideológica y política que vive el país.

Para llamarlo de un modo práctico, la producción de lo cubano o lo que podamos llamar lo cubano, está fuertemente implantado en la psicología colectiva, nadie se pregunta qué es “lo cubano” y aún menos si eso que llamamos lo cubano y que aceptamos con complacencia y orgullo es ciertamente un conjunto de valores que nos identifica o si son los valores con los cuales queremos identificarnos o si nos esforzamos en sentir identificados con ellos o nos obligan a hacerlo. Lo que llamamos “lo cubano” no puede ser entendido si no es por la producción de una ingente cantidad de nacionalismo, distribuido mediante estrategias de identificación de la sociedad con la ideología y el liderazgo, en una compleja trama de dependencia y complicidad. Los dualismos amigos-enemigos, dentro-fuera, fieles-traidores, antes-ahora, son piezas de una estrategia de separación de lo que se supone que no es cubano favoreciendo la complicidad de la masa y de la masa con el poder político que elabora el discurso de la identidad. No se puede entender a la sociedad cubana de dentro de la isla y de fuera en estos últimos 60 años, sin comprender que la misma ha sido víctima de una reelaboración de la idea de la nación y de lo cubano, que al mismo tiempo la hizo cómplice activa y pasiva bajo la dominación de un relato que identificó Revolución con nación y con patria, mediante un discurso ideológico y político de saturación y exaltación de valores heredados, convenientemente manipulados y orientados a la anulación de la voluntad individual.

El problema de la crisis cubana –que no es únicamente económica como el Gobierno quiere hacer ver bajo la suposición de que puede arreglarla con dinero y ese dinero los Estados Unidos se lo evitan con el embargo—es política, ideológica, de liderazgo y de valores, se trata de un fallo generalizado del sistema, como dicen los médicos cuando alguien en terapia intensiva está a punto de ser cadáver. En este sentido la crisis es identitaria, a pesar de que a menudo relacionamos la identidad con lo que suele llamarse “lo cubano” que ha estado bajo la interpretación interesada y la perspectiva que han hecho los cubanólogos del régimen, incluso de los clásicos de la República. La identificación que ha hecho la Revolución con la patria y con la realización del imaginario independentista a través de múltiples canales mediáticos, educativos, culturales, sociales y represivos ha convertido a la identidad en la razón de ser del sistema, sin tener en cuenta que el exilio actual o lo que suele llamar la diáspora es un invento de gran imaginación política, un mal necesario que terminará ejerciendo una influencia desequilibrante en la balanza donde todavía compensa la incapacidad del régimen. La identificación que ha hecho la Revolución con la patria, la nación y el estado actuará como un detonante de la crisis de credibilidad de la identidad que en el exilio tiene un referente nuevo.

Lo que los ideólogos de la cubanía llaman “lo cubano”, y que congrega tanto a la Cuba de dentro como a la afuera, hoy se encuentra ante una nueva dimensión de la dispersión de las ideologías, los cambios generacionales, las tecnologías y las comunidades virtuales. Como dicen las antologadoras de Identidad y postnacionalismo en la cultura cubana, “la identidad postnacional debe entenderse como un nuevo vínculo del individuo con la nación.” Esperemos que esta nueva antología de pensamiento cubano ayude para empezar a medirnos con otra vara, como principio para alejarnos de aquella vara de 60 años que nos regló haciéndonos ver y creer lo que todavía no sabemos qué somos, pero con lo cual hemos vivido creyéndonos. Lo realmente medular no es qué somos, sino quién somos, y eso es lo único que realmente nos permitirá comprendernos y abandonar patrones de pensamiento y comportamientos aprendidos que tenemos que desaprender. Lo importante no es saber de dónde son los cantantes, sino de quiénes son los cantantes y quiénes son.


Identidad y postnacionalismo en la cultura cubana (Aduana Vieja, 2019)

 

ÍNDICE

A modo de introducción: Identidad y postnacionalismo en la cultura cubana.
Laura P. Alonso Gallo, Belén Rodríguez Mourelo_11

Apuntes para una teoría del relato postnacional cubano. León de la Hoz_43 / La poscubanidad: una historia personal. Eliana Rivero_67 / Lazos transnacionales e identidades postnacionales de la diáspora cubana. Jorge Duany_81 / Un hospital llamado Cuba. Enrico Mario Santí_96 / El sombrero de Zequeira: Vanguardia, neobarroco y postnacionalismo en Octavio Armand. Rafael Rojas_108 / Formaciones diaspóricas cubanas: Una poética del movimiento y la indeterminación postnacional. Andrea O’Reilly Herrera_120 / La pelota cubana como signo identitario en dos libros de César Brioso. Jorge Febles_134 / Ni de aquí ni de allá: música cubana para una ciudadanía posnacional. Beatriz Calvo-Peña_151 / Privada de símbolos patrios: la memoria afectiva en textos posnacionales cubanoamericanos. Iraida H. López_168 / Los Reyes del Ron: The story of The Real Havana Club. Excerpts from AmparoVanessa García_183 / “And Suddenly Everything I Was Writing Was About Cuba”. A Conversation with Melinda López. Isabel Alvarez Borland_199 / Más allá de la isla: postnacionalismo en el mapa identitario de una exiliada. Nivia Montenegro_211 / Cuban Emotions: Virtual and Material Storytelling in a Postnational. Era Raúl Rubio_220 / Buscando un hogar. Ruth Behar_237 / La identidad: Septeto tradicional. Emilio Ichikawa_249

CAFÉ CUBANO:
IDENTIDAD, NACIÓN, LITERATURA
Conversación con escritores cubanos sobre identidad y postnacionalismo:

Pablo Medina, Elías Miguel Muñoz, Reina María Rodríguez, Néstor Díaz de Villegas, Pedro Monge Rafuls y Carlos A. Aguilera_255

Colaboradores_281